30 de julio de 2012

Las diferentes lentes de la muerte



Hoy inicia una nueva quincena y el tema escogido no es otro que las diferentes miras sobre la muerte y sus métodos, la evolución del pensamiento humano sobre el fin de la empresa vital y las diferentes versiones e interpretaciones de la muerte lo largo de las naciones y del tiempo. Deben saber que no es un tema fácil de explicar sobre todo porque solo de ella se entiende la parte biológica y nada se sabe sobre lo que hay más allá. Sin mencionar más hoy comenzaré con una frase de Antonio Machado, un poeta y prosista español, “La muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte no es y cuando la muerte es, nosotros no somos”.  Manténganla en mente. 

Cada día desde que las personas expresaron más preocupación por el fin del mundo en este año 2012, del año pasado o desde el año 2000, se han interesado más por saber, hacer algo más, experimentar y leer sobre… la muerte; y aunque hablar de ella es algo delicado y complejo y algunas visiones expresan desagrado solo de nombrarla, parece ser una dimensión bivalente entre la complejidad y el misterio y entre la simplicidad y el pragmatismo de ser un final ineludible en nuestras vidas. La visión de la muerte al igual que cualquier otra visión sobre los puntos más expresivos de nuestra vida es tan diferente dependiendo de la madurez, la experiencia y la reflexión previa de cada individuo, es un punto tan volátil  puesto que también es objeto de manipulación y discusión. Pero sin querer a estas alturas de la civilización humana y de sus sociedades la hemos condenado, retrasado, reducido y pulverizado en espacios más confinados, más alejados, y más profundos, le tenemos tanto miedo por ser algo tan desconocido que la misma ansiedad que nos genera es toda una tendencia que nos lleva a enclaustrarla a hospitales y cementerios, siendo que se trata de una experiencia que nadie en vida tendrá la capacidad de experimentar.


Hace algunos siglos la muerte había sufrido varias transformaciones desde ser un evento público en alguna plaza donde algún desafortunado era condenado a la horca o la hoguera, o incluso a torturas más crueles que consistían en un inagotable sufrimiento físico hasta la muerte, y precisamente antes eran permitidas estas exhibiciones; mientras que en otras culturas era un privilegio que solo algún “afortunado” podía experimentar, una especie de recompensa, y hoy ha sido tan transformada que algunas personas la exigen como derecho pero que otras intentan evitar a toda costa.  Así observamos cómo se extienden todos los espectros de la visión desde el hoy en día que ve con horror la locura de los cines y las escuelas, las ejecuciones y la violencia, la eutanasia y la pena de muerte hasta los principios de alguna era donde los eventos de plaza no eran muy diferentes y tal vez hasta más cruentos, ¿el humano ha civilizado su visión de la muerte?... posiblemente, ¿ha civilizado sus métodos?... en algunos sitios sí, pero sigue sin civilizar su reflexión sobre ella, precisamente porque no asimilamos la experiencia ni la entendemos del todo.

Si nos vamos a lo pragmático dos hechos puntuales marcan en la sociedad y la cultura a todos los individuos sin excepción y son: El nacimiento y La defunción. Y su duración ha fluctuado mucho a lo largo de las décadas, pienso que las personas se han preocupado más por alargar la vida desde que la esperanza de vida aumento con los adelantos médicos pero se ha distorsionado por mucho esa visión de vida sujeta a tantas disciplinas morales o de tendencia, tal vez mientras tener 40 significaba estar próximo a la muerte en aquel tiempo, ahora tener 40 tiene otro significado de fin que no es vital pero si implica haber tenido que marcar varias experiencias y estar acercándose a un punto en el que ya no se sabe que implica más allá de envejecer. El momento en que la esperanza de vida aumentó y que las sociedades evolucionaron sus creencias y sus conceptos jurídicos y de penalidades, creamos una distorsionada línea vital que pone fuera de la cotidianeidad a esa sombra que es la muerte; esto repercutió tanto que nuestra capacidad de enfrentarla cara a cara se volvió imposible cuando se dejó de hablar de ella. En cambio hemos sustituido la verdadera visión cultural de ella por una más liviana que se expresa por los medios televisivos, el problema radica en que aquellos que atiendan a la información que provenga de ese aparato permita una visión obnubilada por completo y paradójicamente mientras evitamos hablar de ella por temor al impacto que ocasionemos en otras personas, estamos permitiendo que esa información contaminada con violencia generé en aquellos sin experiencia previa más ansiedad. Por ello la muerte (concepto biológico o espiritual) es tan rechazada socialmente porque atenta contra aquello que existe, que es, el mundo material del que somos sujetos a diario, nos aleja del concepto real, de lo “seguro” irónicamente y también de aquello que es predecible.


Es una idea tan debatible y tan manipulable que se vuelve en una figura sin forma y entrópica que existe en todas partes pero que nadie puede entenderla; todo porque a lo largo de las civilizaciones mientras alguien en Europa del siglo XVIII veía con agrado a alguien morir de sed, insolación, frío o hambre dentro de una jaula de hierro en el exterior de un palacio ducal, hoy en día alguien ve con desagrado la ejecución de una persona por medio de una inyección letal con Cloruro de Potasio o desaprueba rotundamente la eutanasia, lo que se considera etimológicamente como la “buena muerte” por ευ (eu - buena) y θανατ (thanatos - muerte). Mientras alguien clamaba por el sacrificio de una persona tirándose al fondo de un enorme cenote o siendo degollada hoy en día hay quienes claman por su derecho a morir, generándose movimientos en pro del suicidio colectivo y demás.


A estas alturas la muerte es un concepto social que todo mundo quiere mantener callado, tanto que la eutanasia definiéndose como un acto practicado por acción u omisión que tiene como fin provocar la muerte de un individuo cuya enfermedad incurable le produce sufrimiento físico o mental intolerable, es producto de batallas políticas entre argumentos éticos, jurídicos y médicos y que aún hoy pocos países como Colombia la han legalizado o despenalizado cuando en la mayoría de los continentes se considera ilegal. Por todo esto y otras visiones más la vida nos exige culturalmente que le dediquemos menos tiempo a la muerte y sus asuntos, porque morir perjudica a la productividad y el mundo industrial no desea esa calidad de individuo, porque la tristeza de una pérdida debe resolverse de inmediato, porque el mundo real, de lo que es y existe exige cuerpos sanos y mentes limpias de los que trabajan para su sustento y crecimiento. En esta vida y particularmente en esta sociedad se exigen cantidad de sacrificios que incluyen desconocer la muerte como parte de este mundo y arrumbarla en el arrabal de otro que no conocemos ni queremos entender del todo, porque nos obligamos a cerrar los ojos cuando el sol muere en el ocaso retirándose con cada anochecer y solo abrir los ojos a un mañana que lo ilumine todo, pasa cuando en cada otoño se celebra el funeral de toda esa naturaleza muerta y todo mundo de lo animal calla, pero se hace una celebración alegórica y vibrante cada primavera que vemos renacer el mundo de lo vegetal. Y tristemente aunque el significado de la muerte se expresa claramente en vida, solo nos permitimos ser capaces de ver lo que los demás han querido que veamos, no más allá. Mi cultura y la sociedad en la que nací tiene tal vez un concepto más abierto hacia la muerte que otras sociedades, tenemos nuestras celebraciones y convivimos con nuestros muertos dentro de las fechas esperadas, pero fuera de eso sigue siendo el mismo concepto informe; siendo que en la muerte hay mucho más que entender de la vida, siendo que en la evitación o la maquillada juventud con que queremos vestirla o destilarla por el drenaje de lo ajeno, en esa tanatofobia tan estresante, cada día la entendemos menos. El momento en que la entendamos como es, como lo que es y no como lo que pensamos que “no es”, y sedamos paso a una entendimiento más abierto, entonces podremos comenzar a vivir, porque una postura coherente y sólida ante la muerte, como ante cualquier otro evento conflictivo de la vida humana, consiste en encararla, en tomar consciencia de ella, conocerla hasta donde humanamente es posible, respetarla y observar frente a frente esa bestia informe que nos produce ansiedad es la fórmula exacta para librarse de ella y en todo caso para aceptarla. Considero la vida debe respetarse tanto como la muerte, la vida que intentamos entender cada día más y más también requiere de un concepto entendible de la muerte, y a pesar de tantos pasajes históricos y transformaciones sobre ella, nuestro conocimiento ha evolucionado y se ha civilizado pero no ha sido completamente entendido y en ocasiones se ha distorsionado por una visión “light” y comercial.


Rápidamente mientras en una visión libre, una introspección incompleta y una falta de cimentación se tenía durante la infancia, y se entendía de la muerte como un viaje, como un abandono cruel tal vez, el la visión de lo adulto implica complejidades más alejadas del concepto, puesto que a esa edad los niños no tienen una noción positiva o negativa ligada a ella hasta que la experimentan de cerca, sin embargo mientras más pasos avanzamos sobre esa arena movediza que es el crecimiento comenzamos a entender que algún día habremos de morir y entonces nuestros esfuerzos se evocan a la búsqueda de la vida y las experiencias antes de morir, a la búsqueda de seguridad, de confort y predicción, a la juventud y en todo caso a cualquier remedio médico o cuidado subjetivo que nos garantice extender la vida o por lo menos hacer nuestra transición de ella menos dolorosa, menos complicada o quizá nos asegure felicidad en otro sitio luego de dejar ocupar la tierra. El adolescente a diferencia del adulto le suele otorgar una visión más romántica pero igual de incompleta, como la visión de “morir por un ideal”, y puesto que son jóvenes manejan una fábula personal y egocéntrica que los lleva a conducirse imprudentemente porque tenemos la visión que la bandera de la juventud es la expresión de la vida y parecemos estar muy lejos de un horizonte mortal. Después un adulto intermedio y común en el que nos convertiremos con el devenir temporal, es el momento en que la defunción de nuestros progenitores nos instala en el corazón un sentimiento real de que de verdad habremos de morir, es la certeza de la muerte en nuestros corazones y concluimos que algo debe dejarse, algo debe legarse a los que vienen y escribimos interminables cartas en cajas de antaño, en papeles viejos y amarillos roídos por la oxidación del olvido y fabricamos complicados testamentos, como queriendo testificar que alguna vez existimos. Y pronto la ansiedad crece, porque desconocemos lo que viene y observamos otros datos que nos acosan como algunos obituarios con el nombre de algún conocido contemporáneo, y entonces, sólo entonces que vemos que son menos los años que nos quedan y más los que hemos vivido es cuando ponemos más empeño a vivir y quitarnos años de encima –inútilmente-, tenemos una sensación límite de vértigo que nos impulsa a hacer grandes cambios evitando a toda costa ese sentimiento de frustración, de desesperanza y vacuidad.  Finalmente en algún momento en que ya nos encontramos envejecidos nos enfrentamos a un mundo distinto donde lo que se cree, ya no se cree como antes, lo que antes vivía y convivía con nosotros, ya no está, parece distinto, irreconocible y perturbador, y ante un mundo repleto de vida y de esos seres vivientes que fueron significativos en algún punto ya han, sin decirlo literalmente, desaparecido. Entonces nos encontramos al borde de la decisión más difícil que es aceptar nuestra propia muerte. Es por esta razón que resulta tan complicado asimilarla, entenderla y conceptuarla, darle forma o magnitud, no es una empresa fácil y tal vez nunca lo llegue a ser, pero si hemos sabido darle provecho, si hemos sabido diferenciar la cantidad de la calidad de vivir, y le damos espacio a todos los eventos que debemos enfrentar cara a cara entonces será más fácil que una persona se construya un auto-concepto satisfactorio y estable sobre lo que es, y aceptarlo como es de manera tranquila y natural; esto también incluiría el duelo apropiado por aquellos que apenas van en camino de tener la certeza sobre la muerte y más que nada entender que aquellos que lo experimentan esperan de manera profunda que los demás aprecien la vida tal cual es. 


"Los  árboles esperan: tu no esperes,
éste es el tiempo de vivir, el único."
Jaime Sabines.

7 comentarios:

  1. El tema está muy largo!! jeje
    Qué puedo decirte de la muerte, ya ando asimilando sobre qué escribiré. Laa muerte es una cosa variada, cambiante, las formas de morir pasan de moda o son modificadas por el proceso civilizatorio, morimos y seguiremos muriendo hasta que ya no vuelva a haber vida.

    ResponderEliminar
  2. "Este es el tiempo de vivir"

    Oh, sí...

    ResponderEliminar
  3. Me dejas pensando en muchas cosas. A últimas fechas por razones personales he empezado a creer que el hecho de vivir es como leer un libro. Y sobre todo como reelerlo, en el sentido de que como ya se conoce así se lean otras ediciones, se les cambien las pastas o se compre de otra editorial; si, uno puede aprender o descubrirle nuevas cosas en medio, divertirse con él, pero el final, de antemano, no cambia es el mismo.

    Y no por ello quiere decir que es algo inocuo, sino que más bien, antes de llegar a leer de nuevo el final de la historia, se le disfruto y se aprendio de ello, las palabras fueron las mismas pero los significados son diferentes.

    Y ya. Eso opino.

    ResponderEliminar

Póngase su traje y tanque de oxígeno, sea bienvenido a La Luna.

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...