foto: 9gag |
Al momento de darse el sí, un temor y un cosquilleo interno les decía a ambos - por separado- que quizás estaban cometiendo el peor de los errores. Que una vez que aceptabas la empresa no podías echarte para atrás. Que un corazón ya roto anteriormente, a diferencia de las metáforas de los optimistas, terminaba por volverse más débil y vulnerable.
Pero poco les importó, su alma, su vida, su historia, su todo requería de esa fuerza, de esa magnitud para renovarse, de eso diferente para atacar al monstruo cancerígeno llamado rutina.
-13 meses - dijo él con una lágrima en los ojos, mirándola con delicadeza.
Ella gimoteaba y se sonaba la nariz con el pañuelito rosa que le regaló.
- yo te espero - secundó ella. - hubo un silencio solemne, se miraron a los ojos y se abrazaron, el tiempo seguía corriendo y en los aeropuertos los andenes fueron diseñados para no sentir conmoción al amor, para disfrutar de las despedidas, casi puedo asegurar que, El aeropuerto, esa entidad, esa infraestructura llena de torres y asientos, el Aeropuerto en sí, les estaba diciendo: ¡Hey muchachos, no la hagan de emoción, se verán muy pronto aquí... a sus asuntos!
Sí, quiero pensar e imaginarme, y quiero asegurar que todo ese gigante quería soltar una lagrimita, viendo a los jóvenes como si mirase una comedia romántica.
Se dieron un beso de despedida, o un beso de coma, o un beso con el temor y el riesgo de que fuese el último.
Entonces abordó el avión, vino el temor, sintió que no disfrutó el último beso, sentía esa necesidad, ese cosquilleo de mandar todo al demonio, bajarse y besarla nuevamente, pero ya había abordado, ella estaba tomando un taxi a su casa. Él sacó el celular, la aeromoza lo miró con una sonrisa hipócrita y le dijo que lo apagase. Se fue con un sentimiento de vacío. En su corta vida jamás pensó que pudiera llorar así por alguien, sentir ese hueco en su pecho, sentirse incompleto. El vuelo fue larguísimo, continente a continente, llegó, comenzó esa especie de capitulo de relleno en su vida, trece meses de estudio.
Se miraban para hablar, se desvelaba uno para que el tiempo coincidiera, luego el otro. Se mandaban mensajes que costaban mucho, a veces ella se quedaba dormida esperándolo, a veces él no la veía en línea, otras noches se miraban, platicaban y reían, era como si no hubiesen miles de kilómetros separándolos. Él le contaba su día, ella igual, pero al momento de despedirse, sentían esa inquietud, esa duda.
¿Me estará engañando? ¿estará besando más bocas? ¿y si no me extraña?
Cada uno a su manera se sumergía en dudas, caía en celos, soñaba tragedias. Oh distancia, oh amor de distancia, fuiste concebido para probar a los que pretendemos conocer el amor, a los que juramos amor eterno, a los que nos creemos fieles. Eres la balanza absoluta.
Él en ningún momento le falló, jamás miró a otra mujer con el brillo en que miraba a su novia, se hicieron un pacto, prometieron no ponerle pausa ni fin indefinido a su relación, sabiendo los riesgos de la distancia, acordaron seguir perteneciéndose.
Ella por su lado, tampoco le falló, le costaba trabajo salir con sus amigas, pero encontró ese equilibrio.
-Sal con alguien más, sé libre por un momento, anda, nadie se enterará.- le decían, ella sonreía como colaborando a medias con ellas, pero en el fondo sería incapaz, lo extrañaba, lo miraba en todas partes.
Los trece meses transcurrieron, en ese espacio discutieron muchas veces, se gritaban cosas, pero luego comprendían su mutua necesidad, cada beso en el ordenador era una especie de vale intercambiable hasta nuevo aviso, cada lágrima, cada desvelo, todo fue trágico, triste.
Y de un momento a otro, él regresó, esas horas de vuelo fueron las más complicadas, temía encontrarse con una extraña, no sentirla suya, haberse convertido, por igual, él, en un completo desconocido... le compró un ramo de flores. Ella elaboró una cartulina llamativa con su nombre.
Entonces se miraron...
yo sé que se veían en una pantalla casi todos los días,
pero entonces se miraron,
sus ojos se encontraron, y no fue el de dos extraños reconociéndose, no fue el de un amor apagado volviendo a encenderse, no fue nada que yo pudiese expresar con palabras.
Se miraron... se dieron un beso, un abrazo... ¿qué hay del temor? ¿qué hay de los celos? ¿qué hay de lo mucho que tenían por decirse? No importaba nada, sólo sus ojos, sólo sus brazos haciendo contacto, sólo ese contrato y esa infinidad de besos por saldar. No importaba nada, eran felices nuevamente, ya no se volverían a sentir incompletos jamás... tarde o temprano se tendrían que ir juntos a otro lado y entonces... ninguna pantalla o aparato podría interceder para unir sus corazones, sólo el deseo, sólo el calor entre sus manos... sólo ese compañerismo y complicidad.
El aeropuerto, ese ente enorme y abstracto los miró y dijo:
¿lo ven chicos? no hagan tanto drama, bésense, quiéranse y hagan campo, que en quince minutos otra parejita se despedirá.
Esa historia donde la distancia pone las pruebas más duras, me encantó, saludos :)
ResponderEliminarAh, me ha gustado mucho =)
ResponderEliminar