14 de enero de 2014

Reconstrucciones



"La vida es muy corta como para buscar la L o la R de los audífonos".
-Drago Alberto Valencia. 

De sobra sabes, me faltas... hoy te vi paseando de la mano, la recostrucción no tenía que ser gráfica mucho menos melódica, era un total desentono de toda mi realidad, estaba ahí parada esperando la timidez salir del maremagnum de aquel día, la proeza que era ese día para mí, abrir los ojos y no ponerle marcos a nada, sólo sol, sólo aire, solo noobs brincando en la explanada; al verte así, próspero, crespo, feliz, completo me arrepentí de haberme encantado con unos labios de cielo con fuego a pecado, porque me recuerdan que tienes velos en los ojos y la llave del hotel se ha perdido encima de un tejado delicado. La proeza se reprime, se esconde, ¿te arrepientes tanto? 

No lo sé, pero yo estaba ahí detenida viendo a todo y todos, al id y el yo, y en mis audífonos un leve sonido se colaba órganico y neandertal como la petite perle La Yegros "...camarada de rebelión, florcita, macumba, la despedida, no digas siempre, no digas nunca..."  Por ese momento te miré, a lo mucho dos minutos, tres minutos, pasaste y me di cuenta de algo, ojitos descafeinados, ya me habías olvidado. Me sostuve un momento, tal vez en el corazón me pasaba algo, ¿en el UAMI tendrían nitroprusiato?... qué va, ahí una vez pregunté por banditas y nada, que no tenían; pero se sintió algo como la uva cuando se vuelve vino, tal vez en el corazón me fermentaba una de merlot melancólico, tal vez había una copa rota y el corazón empezó a derramar todo ese vino tinto... qué desperdicio.

Creo recordar detenerme un momento, girar la cabeza a la izquierda y dejar mi mirada caer sobre mis manos, ¿quién lo iba a notar?... yo sólo traía unos lentes cafés de madera disimulando todo, aunque en estos tiempos ese ya no es un arte difícil; la perdida de contacto, los mensajes vacíos, el "visto" de las redes sociales, followers ciegos e inocuos que propugnan la originalidad en el campo de un espejo-fotocopia y maquillista. 

Decían, antes por el club 15, el bar del 48' al que íbamos que terminaríamos dando el salto mortal, pero la cuestión es que nadie sabía que ese y muchos otros saltos ya los habíamos dado... en diferentes aspectos, posiciones, embestidas, sobrios, ebrios, locos, emputados, contentos, de despedida y de reencuentro; y al final, lo malo -eso terminó consumiéndonos-. Pero me es difícil de explicar que yo sólo me recostaba, y para ser sincera niego que siento, niego que exista algo cálido, el calor humano y el fuego inventado por el homo y niego todos los mandamientos, decálogos y recetarios habidos y por haber de aquel que crea que una relación de sexo sea amor; porque abrir las piernas, cerrarlas, levantarlas, respirar profundo, hacer lagartijas y sostenerse de rodillas es lo más parecido a cualquier ejercicio de Insanity pero en versión placentera 2.0. Y así sentía esa relación, o tal vez soy yo la desviada sin alma para involucrarla; tal vez la única vez casi sentimental e interesante fue la primera vez de la Equis.

El western futurista prácticamente nos invadió a finales de nuestra relación, y acepté la idea de que nunca sucedería nada. Nuestra historia era una trama continua sin prólogo, con demasiados clímax y ningún triste desenlace y estuvo mal de mi parte, siendo editora y subrayadora de todo-lo-que-no-debe-ser-plagiado, no debí haber aceptado una tesitura sin inicio y sin conclusión. A todo esto tus alegorías siempre eran muy buenas, y venían concatenadas con tus "te amo" seguidos de un "te beso" y tal vez por "te cojo", por eso era bueno, porque eras fiel a todo el guión, día por día sin falta y eso me enamoraba tiernamente, tempranamente. A veces te veía y me enamoraba lo bien que hacías de Kubrick de la música, tan sorpresivo, erótico, segregado y cospirador. Pero hoy... hoy sólo quiero tirar mis huesos al pavimento y dejar que el viento haga el resto, porque las diferentes y variadas historias que pudiéramos seguir escribiendo se fueron a perder a no sé donde en quién sabe qué cabellos alquitranados o en quién sabe cuáles ojos que miran templados. 

El clima tampoco ayuda por acá, te extraño demasiado y el norpaisaje, ese desierto furtivo y cactáceas rémoras, sólo me hace sentir miserable. Sin embargo puedo decir que no me ha ido tan mal, en el cine club cumplí algunos de mis sueños, ver por entero Rojo Amanecer en compañía de una joya literaria muy rara, los beatles en la pantalla y mis ojos en sus rodillas; también con él corrí la suerte de saltar a lo Bunkers, de rociar el cabello en su rostro  y evitar el narcomenudeo ambulante que se sentaba en la esquina de las bancas blancas a vender "pelones" alterados, de arrastrarme con las piernas destrozadas a el estreno nocturno de nuestra serie de infancia, es prácticamente un gran Virgilio Cervantino. 

Al final, nos reencontramos tú y yo, tu más hipster, yo sin ojos; tu buscabas vaginas, yo buscaba comida; y tu mirada fue lo mismo que hace todo mundo cuando lee una revista vieja, la mira por encima, encuentra lo que le interesa, se oscurece el silencio y eso es lo que era, más nada. 

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