Siendo sincero
mi infancia no fue muy placentera. En todo sentido. Pero si hay que ser específicos
no recuerdo nunca haber tenido (hasta la fecha) un cumpleaños feliz, salvo una
sola vez.
No recuerdo en que onomástico fue
(o sea a los cuanto años) pero fue la única fiesta en la que estuvieron
invitados mis amigos. Las demás por lo que puedo ver en las fotos hay niños que
en mi vida he visto y volví a ver; que la prima de la sobrina que vive en
Aguascalientes y vino de visita. Siempre mis fiestas estuvieron llenas de
adultos, SIEMPRE y aunque tenía millares (literalmente) de amiguitos fuera de
casa, estos rara vez eran invitados. No porque mis padres fueran malas
personas, sino porque no teníamos dinero.
Las fiestas eran de adultos
porque mis tíos y demás parientes llevaban la comida, los refrescos y el
pastel. Coincidentemente no tengo primos de mi edad, a la que me encuentro más
cercano me lleva 9 años.
En esos tiempos recuerdo que en
una papelería cercana vendían muchos cochecitos Hot Wheels, era toda una
vitrina llena de esos vehículos que brillaban bien bonito, y el que llamaba más
mi atención era una Dogde Caravan color vino. Quien sabe porque. Costaban 10
pesos (¡10 pesos!) y a mí me parecía que me estaban pidiendo un riñón. Literalmente
un riñón, a esa edad sabia ya muchas cosas que uno apenas descubre (en mi caso
redescubro) a los 24 años.
Siempre fui un niño frustrado. No
tuve lo que quise en navidad. No fui tan hábil en los deportes como quise. De alguna
manera siempre fui el niño que cae bien pero se te olvida que existe una vez
que no lo tienes a la vista. No tuve el amor suficiente, un golpe y después una
salida al parque no arregla las cosas. Un insulto y después un beso no cubren las
heridas. Me enfrentaron a muchas cosas durante mi infancia que ahora entiendo
porque después estuve ebrio esperando no llegar a casa.
Pero si hay algo bonito entre todo
aquello es esa fiesta épica. Épica para mí. Estuvieron muchas personas que
justo ahora no sé nada de ellos. Todos mis amigos y amiguitas de la cuadra,
TODOS, estuvieron ahí conmigo. A ciencia cierta a hoy no sé cómo se costeó esa
fiesta y realmente no me importa.
En esa época jugábamos mucho la
conocida “metita”, ese juego de crear autopistas gigantes con gis o siguiendo
un patrón del suelo con cochecitos en donde con tres empujoncitos se va
avanzando, y hay pozos y calabozos y barrancos y selvas y lagos y derrumbes. Para
eso quería la Dogde Caravan que en el comercial de tv se especificaba que era
elegante y dinámica para cualquier tipo de camino. Así que yo quería ser
elegante (a los 6 años me sorprendió la imagen de Humphrey Bogart en una
revista Vanidades de la cual mi madre era fanática) y pues dinámico para esas
pistas que hacíamos.
Para ese entonces yo jugaba con
un carrito todo aplastado al que ya no le giraban las ruedas.
Mi tía (quien se caracteriza por
llegar por lo menos con dos horas de retraso a todas las fiestas) llego a la
fiesta cuando ya me salía a jugar con mis amigos precisamente metita. En ese
momento al decirle a donde iba me dio mi regalo (raro en ella que da los
regalos casi dos meses después de la celebración, es bien particular mi tía):
un par de ¡Hot Wheels!
Una camioneta todo terreno tipo Rally
Baja 1000, la cual no me sirvió para el juego porque se iba chuequecita, y un
Ferrari plateado chulísimo. Mi madre me dijo que no los usara porque eran “originales”
y estaban muy bonitos (no me lo dijo como regaño sino con cierta condescendencia
digna de quien no tiene nada que ofrecerte a cambio de ello) pero me tía le
insto a que de eso se trata, de usarlos, de jugar. Curiosamente le pregunte a
mi primo (experto en automóviles) que si el Ferrari es elegante (me parece muy
sobre saliente que a esa edad supiera quien es Bogart y haya visto de refilón Breakfast
at Tiffany’s [mi película favorita en la vida] y no supiera que es un Ferrari)
y me dijo que sí.
Desde que tuve ese cochecito rara
vez alguien llego a ganarme, no porque corriera mucho, ni porque fuera dinámico
y elegante, sino porque ahora a través del tiempo me he dado cuenta que ese automóvil
representa esa fiesta, esa época y sobre todo, esa felicidad que hace que se
apretuje el estómago. Y todo mundo sabe que con felicidad se logra lo que se
quiera.
Después los tiempos mejoraron en
mi familia y tuve cientos de Hot Wheels (no literalmente) pero aquellos nunca ocuparon
el lugar de ese Ferrari.
Y a hoy, es lo único que me queda de mi triste infancia. Un recuerdo feliz.
Y a hoy, es lo único que me queda de mi triste infancia. Un recuerdo feliz.
Fin.
-Alejandro-
Esta sin duda es de las historias que me han gustado, la realidad no es esa pieza bella y mágica que crece con los años, es una dura realidad que se transforma en algo más tolerable con el tiempo... bueno, eso pienso yo. Saludos y abrazos.
ResponderEliminarexcelso.
ResponderEliminares bonito guardar esos objetos que te anclan al pasado y reviven buenas emociones
Con todo esto de los juguetes de la infancia, a mi me estaba dando el sentimentalismo, ya me dio u.u
ResponderEliminarTu Ferrari en mi caso, es la barbie que me alcanzaron a comprar, no era la que anunciaban en la tela pero como la ame. Hoy cuando la veo no puedo evitar sonreír.
=')