Nunca fui niña precoz, más aún, la inocencia se rompió en el momento en que debía de hacerlo. Debo de mencionar que siempre he sido muy soñadora, tanto dormida como despierta, diferentes escenarios y personajes son participes en el momento que empiezo a debrayar. Hay un sueño que, particularmente, recuedo con especial ímpetu, ya que, a propósito, tiene que ver con las Barbies de mi infancia, lo describo:
Estaba yo en la sala de mi casa, con ocho o quizá nueve años de edad; escucho murmullos en mi cuarto pero sé que no hay nadie, mis hermanos en la escuela, mi madre en la cocina, voy al cuarto y no puedo creer lo que veo, pienso que estoy soñando y cuando me acerco más, cautelosa al pie de mi cama lo confirmo: Mi Barbie y otras muñecas más, con Ken, cuchicheando, ahí, se mueven como si no los descubriera aún, desnudos entre si.
Evidentemente no volví a jugar con ellas hasta mucho tiempo después y siempre y cuando fuera con alguien más.
Después de ese tiempo las guardé en la caja de los juguetes, refundidas hasta abajo. No fuera ser que salieran y las viera hablar otra vez. Cada seis de enero me levantaba en la madrugada para buscar mis regalos, pasaba poco tiempo para que tirara las cajas rosas con adentro esa muñeca diabólica y sonrisa perversa. Mi madre preguntaba qué dónde podrían estar, ella estaba muy segura de lo que los Santos Reyes Magos me traían cada vez.
Me pase algunos años descabezando miles y miles de Barbies tal como si fueran Vampiros, ¿Qué tal que también sabían chupar sangre? No iba arriesgarme. Hacia llorar niñitas pero no me importaba, era mejor que no jugarán con esas discípulas de Satán. Eran muy malas, señor Juez, no puede culparme.
O, quizá esto también sea un montaje, señor Juez.
Estaba yo en la sala de mi casa, con ocho o quizá nueve años de edad; escucho murmullos en mi cuarto pero sé que no hay nadie, mis hermanos en la escuela, mi madre en la cocina, voy al cuarto y no puedo creer lo que veo, pienso que estoy soñando y cuando me acerco más, cautelosa al pie de mi cama lo confirmo: Mi Barbie y otras muñecas más, con Ken, cuchicheando, ahí, se mueven como si no los descubriera aún, desnudos entre si.
Evidentemente no volví a jugar con ellas hasta mucho tiempo después y siempre y cuando fuera con alguien más.
Después de ese tiempo las guardé en la caja de los juguetes, refundidas hasta abajo. No fuera ser que salieran y las viera hablar otra vez. Cada seis de enero me levantaba en la madrugada para buscar mis regalos, pasaba poco tiempo para que tirara las cajas rosas con adentro esa muñeca diabólica y sonrisa perversa. Mi madre preguntaba qué dónde podrían estar, ella estaba muy segura de lo que los Santos Reyes Magos me traían cada vez.
Me pase algunos años descabezando miles y miles de Barbies tal como si fueran Vampiros, ¿Qué tal que también sabían chupar sangre? No iba arriesgarme. Hacia llorar niñitas pero no me importaba, era mejor que no jugarán con esas discípulas de Satán. Eran muy malas, señor Juez, no puede culparme.
O, quizá esto también sea un montaje, señor Juez.
Las anécdotas con mis barbies van por lo mismo pero quitandole el miedo, de verdad que me asusto, ya estoy pensando en esconder las de mi hermanita.
ResponderEliminarSaludos :D!!
Muy particular M. :3
ResponderEliminarMi hermana era super fanática de las Barbies. A mí nunca me gustaron pero jamás pasé por algo similar a verlas cuchichearse con Ken.
ResponderEliminarSaludos.
yo llegue a decapitar la barbie de mi hermana pero fue por ojete :P
ResponderEliminarYo nunca pensé eso de las barbies, pero si de las muñecas de porcelana, se me hacían más diabólicas :P
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