Y ahí estabas, de pie frente a mí, con la sonrisa de siempre, con tu ropa cara traída de Europa, tu carro convertible y tus lentes de sol, listo para salir a pasear con tu música electrónica que te hacía bailar siempre.
- Vámonos de rol - dijiste. Me subí al carro contigo y bailamos mientras el aire despeinaba nuestras cabelleras, bueno, la mía, tu cabello es muy corto para despeinsarse.
Fuimos a comer a ese lugar que tanto te gusta, pedí postre para no perder la costumbre y tú pediste el tuyo. Jamás te gustó que metieran mano en tu comida o tu postre, - ¡mejor te pido uno!- decías.
Platicamos mucho, de todo un poco, reímos de las cosas tontas de la vida, contaste tus anécdotas del trabajo y de los call centers de servicios telefónicos y tarjetas de crédito. Imitaste a aquella mujer bizca que cantaba y tocaba el piano, cómo te gusta imitarla, ¡y vaya que te sale tan bien! Hablamos de los tatuajes y de que te gustaba el mío y que no importaba lo que dijeran los demás, hay momentos en la vida que simplemente quieres hacer algo y lo haces. Me hablaste de tus viajes a Europa y lo importante que es viajar y conocer el mundo, me aconsejaste en ese momento que no me detuviera por nada, que saliera y conociera, que no dejara el tiempo pasar frente a mis ojos escalvizada a la vida que tenemos sin hacer nada más por mí.
Salimos de ahí y fuimos a casa, estaban toda la familia ahí, nos juntamos y vimos películas como siempre lo hemos hecho, goloseando y platicando.
Te fuiste pero sin antes decirme -sé que me extrañas y aunque no esté en el mundo real, siempre puedes venir a verme en tus sueños.-
- Te quiero mucho tío y te extraño mucho más.-
En ese momento sonó mi alarma y tristemente desperté....
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