20 de octubre de 2013

Donde se da el principio



En el silencio del vacío, en la oscuridad de un agujero negro, 
se va formando el primer ser de un lugar que no existe. 
Una reina oscura, una reina blanca, una reina sin nombre.

Esta reina no es buena ni mala, 
pues en su entorno no hay nada.

No podemos ver su rostro ni su cuerpo. 
No podemos saber si en ella la belleza predomina, 
si pudiera pasar desapercibida, 
o de fealdad fuera concebida. 

En su reino no hay castillo, techo o pared,
no los necesita, pues el mundo está a su merced. 
Pero este mundo está vacío, no hay a quien reinar.
Piensa entonces otra vida crear. 

Sentada ahí en el vacío, entre penumbras pensaba,
mientras un pequeño zumbido a su oído molestaba.
Creyó que su mente lo hacía, 
más cuenta se dio que del exterior provenía. 

¿Qué es? Sólo yo existo aquí, o al menos eso creía. 
Como todo era oscuro, sabía que jamás lo vería. 

El zumbido se fue haciendo cada vez más intenso,
hasta que de pronto un estallido iluminó su universo. 
Algo llegó con aquella explosión que la reina ya podía ver,
una gama de colores comenzaban a emerger.
Cuando los vio, se dio cuenta que al fin tendría a quien reinar,
aquél agujero negro que antes no existía, 
ahora estaba por comenzar. 

La reina no volverá a estar sola. 


reina de corazones


¿qué carta vas a jugar?

15 de octubre de 2013

Su Majestad



Mate hombres por tan solo escuchar la voz,
caminé; mirando siempre al suelo
fui un relámpago y un incendio
tan solo para servirle.

Dude de las palabras de mi Señor,
temí por las lágrimas derramadas,
fui un niño jugando con sus manos
haciendo sombras.

El único que apremia cuando se vence
es quien fue liberado del peso de la búsqueda
de la misma victoria.

Vi demonios ante mi puerta,
escuche fantasmas persiguiéndome,
hui hacia el norte para terminar abrazado
de lo olvidado.

Enferme al séptimo día al ritmo de la quimera,
de alguna forma
me cure para volver a enfermarme.

Alguna vez pude partir el aire con una navaja,
alguna otra pude estar con la frente en alto,
le mire a los ojos, y estaba allí,
tan despreciable.

Su Majestad, quizás de las tierras bajas,
con su reino de polvo
y sus murallas rotas.

Si, quizás perdí
pero volvería a hacerlo
con tal de mirarle.

12 de octubre de 2013

Cruzadas


"Tu pulgar e índice: 
Vértice de tijeras. 
Costurera y reina de rameras" 
 Enjambre


Quiero fundirme en ti, Reina Blanca. Cruzar el mundo hasta tu castillo, asesinar uno a uno a tu ejército, tu clero, tu batallón, tu marido.
Quiero dormir a tu lado, Reina Blanca.
Déjame...
déjame cruzar el Río que divide tu reino del mío, tocar la esquina de tu mundo... entonces daré brincos, seré coronado falsamente, me infiltraré en tus dominios y saldré victorioso.
Quiero fundirme en ti, Reina Blanca, no importa a cuántos mate para estar contigo, no importa cuánto diga, cuánto quiera, cáanto busque, no importa cuántas leyes, ni decretos, ni edictos, ni tradiciones rompa, no importa que sueñe, aunque solo sea un peón y tú la pieza más poderosa del omnipotente reino de enfrente.

10 de octubre de 2013

La reina del silencio


"Y hay tanta adolescencia apresurada
y tanta soledad arrepentida"
Carlos Barosela- Tu nombre en la arena.

Ella se levantó. Eximió de su tristeza dos blancas lagrimas que recorrieron los anchos caminos de su ausencia hacia los carrillos de su boca, en ese entonces su boca dibujaba una línea firme y fina, corta y dolorosa. El cuerpo le pesaba y su alma boqueaba en ese punto de fusión entre creer que lo que se vive no vale la pena. Se talló lentamente los ojos, arrastró sus uñas hacia sus mejillas quitándose toda la pereza acumulada en los desvelos de este mes. Su rostro giró buscando esa pequeña caratula plástica que anunciaba el despunte del albor, grandes letras rojas: cinco y treinta. Apartó la mirada del reloj y tomó su toalla y su bata, la ducha fue algo no menos que un regocijo de penas; lo saben todas las mujeres que alguna vez se han bañado con el agua fría y la mente llena de olvido.

Verse al espejo, sentir cada extremidad, cada pliegue y cada corpúsculo y pensar qué dulce fuego apagará nuestro corazón; verse y sentirse como el mismo fragmento de la nada, mirarse profundamente tratando de remediar quebrantos con el reflejo de lo que un día uno fue. Lo cierto es que una vez bajo la regadera, bajo la miseria de su cuerpo deshecho, desventurada bajo el chorro de agua que cae del pedazo metálico y oxidado de su regadera, su alma se encoje por dentro y apenas indecible ese misterio que resulta de una experiencia terrible, lejos de convertirse en un eco audible a cualquier distancia, se convierte en un espantoso silencio. Ella, por supuesto, era la reina de los silencios. 

Fuera de la regadera, una vez vestida y que miró en su habitación el tiradero que imperaba desde hace semanas, cerró la puerta y bajó las escaleras con sumo cuidado -la última vez había resbalado ahí y el resultado inmediato fue un enorme hematoma y 500 mg de paracetamol porque no había nada más- pensó tal vez en hacerse el desayuno... pero no sentía el menor apetito, ergo no sentía nada ni siquiera allende a sí misma. Salió de su casa, manejó mientras el sol aún no se asomaba, en la radio escuchaba a Dustin O'Halloran y un tango soplaba fragmentos de nostalgia y de llovizna desde su MP3 conectado a la entrada de USB. Su boca seguía siendo una línea dura y firme que no se inmutaba ante nada, no se inmutaba por la salud mental de las víctimas de guerra, no se inmutaba por la muchacha que fue agredida y cuyos violadores salieron al día siguiente, no sentía el menor rasgo de empatía o regocijo por el premio nobel de literatura entregado a su escritora favorita y ciertamente esto y otras cosas no tenían valor.

Sólo caminó hacia el edificio a través de la universidad luego de esperar unos minutos callada frente al volante en el estacionamiento que mayormente se encontraba vacío; se sentó en el extremo del salón, abrió el portátil y la música melodiosa del minueto rasgó un estrecho de ese silencio, ella lucía bella como siempre, lucía dulce, cándida y feliz, sus ojos comunicaban una infinita inocencia y en sus labios una sonrisa hacía de antifaz a su pesar... pronto el momento llegó, el profesor de una clase tan rumiante, fatigante y fútil que alzando la voz así, en sus reclamos pronunció - ¿qué harías si yo fuera tu padre y te dijera después de que reprobaste cinco veces el examen nacional que qué vas a hacer ahora? ¡Dime qué harás, porque no puedes hacer otra cosa!-  el impacto de aquella pregunta no residía en si pasaría el examen, tampoco se encontraba en lo que haría si después de tanto tiempo y dinero invertido no lograba consumar su carrera; el golpe seco y que finalmente rompió su silencio radicó en cuatro palabras "Si yo fuera tu padre". Su rostro a mitad de esta pregunta se desencajó, una mueca interrumpió esa línea firme y aparentemente incorruptible. La mayor parte del salón guardó silencio, la mayor parte sabía que esa pregunta había sido el colmo de lo apenas tolerable de ese profesor, aún cuando no fue su culpa implementar el rasgo paterno a la pregunta, la mayor parte del salón la vio retirarse, pararse en la orilla del escalón más alto, ver hacia un punto no fijo por las tres ventanas rectangulares y bajar lentamente los escalones hasta la planta baja, visiblemente ella lloraba. La mayoría sabía que hace poco había fallecido su padre... 
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