En el silencio del vacío, en la oscuridad de un agujero negro,
se va formando el primer ser de un lugar que no existe.
Una reina oscura, una reina blanca, una reina sin nombre.
Esta reina no es buena ni mala,
pues en su entorno no hay nada.
No podemos ver su rostro ni su cuerpo.
No podemos saber si en ella la belleza predomina,
si pudiera pasar desapercibida,
o de fealdad fuera concebida.
En su reino no hay castillo, techo o pared,
no los necesita, pues el mundo está a su merced.
Pero este mundo está vacío, no hay a quien reinar.
Piensa entonces otra vida crear.
Sentada ahí en el vacío, entre penumbras pensaba,
mientras un pequeño zumbido a su oído molestaba.
Creyó que su mente lo hacía,
más cuenta se dio que del exterior provenía.
¿Qué es? Sólo yo existo aquí, o al menos eso creía.
Como todo era oscuro, sabía que jamás lo vería.
El zumbido se fue haciendo cada vez más intenso,
hasta que de pronto un estallido iluminó su universo.
Algo llegó con aquella explosión que la reina ya podía ver,
una gama de colores comenzaban a emerger.
Cuando los vio, se dio cuenta que al fin tendría a quien reinar,
aquél agujero negro que antes no existía,
ahora estaba por comenzar.
La reina no volverá a estar sola.
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