Hoy inicia una nueva quincena y el tema
escogido no es otro que las diferentes miras sobre la muerte y sus métodos, la
evolución del pensamiento humano sobre el fin de la empresa vital y las
diferentes versiones e interpretaciones de la muerte lo largo de las naciones y
del tiempo. Deben saber que no es un tema fácil de explicar sobre todo porque
solo de ella se entiende la parte biológica y nada se sabe sobre lo que hay más
allá. Sin mencionar más hoy comenzaré con una frase de Antonio Machado, un
poeta y prosista español, “La muerte es algo que no debemos temer porque,
mientras somos, la muerte no es y cuando la muerte es, nosotros no somos”. Manténganla en mente.
Cada día desde que las personas expresaron
más preocupación por el fin del mundo en este año 2012, del año pasado o desde el
año 2000, se han interesado más por saber, hacer algo más, experimentar y leer
sobre… la muerte; y aunque hablar de ella es algo delicado y complejo y algunas
visiones expresan desagrado solo de nombrarla, parece ser una dimensión
bivalente entre la complejidad y el misterio y entre la simplicidad y el
pragmatismo de ser un final ineludible en nuestras vidas. La visión de la
muerte al igual que cualquier otra visión sobre los puntos más expresivos de
nuestra vida es tan diferente dependiendo de la madurez, la experiencia y la
reflexión previa de cada individuo, es un punto tan volátil puesto que también es objeto de manipulación y
discusión. Pero sin querer a estas alturas de la civilización humana y de sus
sociedades la hemos condenado, retrasado, reducido y pulverizado en espacios
más confinados, más alejados, y más profundos, le tenemos tanto miedo por ser
algo tan desconocido que la misma ansiedad que nos genera es toda una tendencia
que nos lleva a enclaustrarla a hospitales y cementerios, siendo que se trata
de una experiencia que nadie en vida
tendrá la capacidad de experimentar.
Hace algunos siglos la muerte había sufrido
varias transformaciones desde ser un evento público en alguna plaza donde algún
desafortunado era condenado a la horca o la hoguera, o incluso a torturas más
crueles que consistían en un inagotable sufrimiento físico hasta la muerte, y
precisamente antes eran permitidas estas exhibiciones; mientras que en otras
culturas era un privilegio que solo algún “afortunado” podía experimentar, una
especie de recompensa, y hoy ha sido tan transformada que algunas personas la exigen
como derecho pero que otras intentan evitar a toda costa. Así observamos cómo se extienden todos los
espectros de la visión desde el hoy en día que ve con horror la locura de los
cines y las escuelas, las ejecuciones y la violencia, la eutanasia y la pena de
muerte hasta los principios de alguna era donde los eventos de plaza no eran
muy diferentes y tal vez hasta más cruentos, ¿el humano ha civilizado su visión
de la muerte?... posiblemente, ¿ha civilizado sus métodos?... en algunos sitios
sí, pero sigue sin civilizar su reflexión sobre ella, precisamente porque no
asimilamos la experiencia ni la entendemos del todo.
Si nos vamos a lo pragmático dos hechos
puntuales marcan en la sociedad y la cultura a todos los individuos sin
excepción y son: El nacimiento y La defunción. Y su duración ha fluctuado mucho
a lo largo de las décadas, pienso que las personas se han preocupado más por
alargar la vida desde que la esperanza de vida aumento con los adelantos
médicos pero se ha distorsionado por mucho esa visión de vida sujeta a tantas
disciplinas morales o de tendencia, tal vez mientras tener 40 significaba estar
próximo a la muerte en aquel tiempo, ahora tener 40 tiene otro significado de
fin que no es vital pero si implica haber tenido que marcar varias experiencias
y estar acercándose a un punto en el que ya no se sabe que implica más allá de
envejecer. El momento en que la esperanza de vida aumentó y que las sociedades
evolucionaron sus creencias y sus conceptos jurídicos y de penalidades, creamos
una distorsionada línea vital que pone fuera de la cotidianeidad a esa sombra
que es la muerte; esto repercutió tanto que nuestra capacidad de enfrentarla
cara a cara se volvió imposible cuando se dejó de hablar de ella. En cambio
hemos sustituido la verdadera visión cultural de ella por una más liviana que
se expresa por los medios televisivos, el problema radica en que aquellos que
atiendan a la información que provenga de ese aparato permita una visión
obnubilada por completo y paradójicamente mientras evitamos hablar de ella por
temor al impacto que ocasionemos en otras personas, estamos permitiendo que esa
información contaminada con violencia generé en aquellos sin experiencia previa
más ansiedad. Por ello la muerte (concepto biológico o espiritual) es tan
rechazada socialmente porque atenta contra aquello que existe, que es, el mundo
material del que somos sujetos a diario, nos aleja del concepto real, de lo “seguro”
irónicamente y también de aquello que es predecible.
Es una idea tan debatible y tan manipulable
que se vuelve en una figura sin forma y entrópica que existe en todas partes pero
que nadie puede entenderla; todo porque a lo largo de las civilizaciones mientras
alguien en Europa del siglo XVIII veía con agrado a alguien morir de sed,
insolación, frío o hambre dentro de una jaula de hierro en el exterior de un
palacio ducal, hoy en día alguien ve con desagrado la ejecución de una persona
por medio de una inyección letal con Cloruro de Potasio o desaprueba
rotundamente la eutanasia, lo que se considera etimológicamente como la “buena
muerte” por ευ (eu - buena) y θανατ (thanatos - muerte). Mientras alguien
clamaba por el sacrificio de una persona tirándose al fondo de un enorme cenote
o siendo degollada hoy en día hay quienes claman por su derecho a morir, generándose
movimientos en pro del suicidio colectivo y demás.
A estas alturas la muerte es un concepto
social que todo mundo quiere mantener callado, tanto que la eutanasia definiéndose
como un acto practicado por acción u omisión que tiene como fin provocar la
muerte de un individuo cuya enfermedad incurable le produce sufrimiento físico
o mental intolerable, es producto de batallas políticas entre argumentos
éticos, jurídicos y médicos y que aún hoy pocos países como Colombia la han
legalizado o despenalizado cuando en la mayoría de los continentes se considera
ilegal. Por todo esto y otras visiones más la vida nos exige culturalmente que
le dediquemos menos tiempo a la muerte y sus asuntos, porque morir perjudica a
la productividad y el mundo industrial no desea esa calidad de individuo,
porque la tristeza de una pérdida debe resolverse de inmediato, porque el mundo
real, de lo que es y existe exige cuerpos sanos y mentes limpias de los que
trabajan para su sustento y crecimiento. En esta vida y particularmente en esta
sociedad se exigen cantidad de sacrificios que incluyen desconocer la muerte
como parte de este mundo y arrumbarla en el arrabal de otro que no conocemos ni
queremos entender del todo, porque nos obligamos a cerrar los ojos cuando el
sol muere en el ocaso retirándose con cada anochecer y solo abrir los ojos a un
mañana que lo ilumine todo, pasa cuando en cada otoño se celebra el funeral de
toda esa naturaleza muerta y todo mundo de lo animal calla, pero se hace una
celebración alegórica y vibrante cada primavera que vemos renacer el mundo de
lo vegetal. Y tristemente aunque el significado de la muerte se expresa
claramente en vida, solo nos permitimos ser capaces de ver lo que los demás han
querido que veamos, no más allá. Mi cultura y la sociedad en la que nací tiene
tal vez un concepto más abierto hacia la muerte que otras sociedades, tenemos
nuestras celebraciones y convivimos con nuestros muertos dentro de las fechas
esperadas, pero fuera de eso sigue siendo el mismo concepto informe; siendo que
en la muerte hay mucho más que entender de la vida, siendo que en la evitación
o la maquillada juventud con que queremos vestirla o destilarla por el drenaje
de lo ajeno, en esa tanatofobia tan estresante, cada día la entendemos menos.
El momento en que la entendamos como es, como lo que es y no como lo que
pensamos que “no es”, y sedamos paso a una entendimiento más abierto, entonces
podremos comenzar a vivir, porque una postura coherente y sólida ante la
muerte, como ante cualquier otro evento conflictivo de la vida humana, consiste
en encararla, en tomar consciencia de ella, conocerla hasta donde humanamente
es posible, respetarla y observar frente a frente esa bestia informe que nos
produce ansiedad es la fórmula exacta para librarse de ella y en todo caso para
aceptarla. Considero la vida debe respetarse tanto como la muerte, la vida que
intentamos entender cada día más y más también requiere de un concepto
entendible de la muerte, y a pesar de tantos pasajes históricos y
transformaciones sobre ella, nuestro conocimiento ha evolucionado y se ha
civilizado pero no ha sido completamente entendido y en ocasiones se ha
distorsionado por una visión “light” y comercial.
Rápidamente mientras en una visión libre,
una introspección incompleta y una falta de cimentación se tenía durante la
infancia, y se entendía de la muerte como un viaje, como un abandono cruel tal
vez, el la visión de lo adulto implica complejidades más alejadas del concepto,
puesto que a esa edad los niños no tienen una noción positiva o negativa ligada
a ella hasta que la experimentan de cerca, sin embargo mientras más pasos
avanzamos sobre esa arena movediza que es el crecimiento comenzamos a entender
que algún día habremos de morir y entonces nuestros esfuerzos se evocan a la búsqueda
de la vida y las experiencias antes de morir, a la búsqueda de seguridad, de
confort y predicción, a la juventud y en todo caso a cualquier remedio médico o
cuidado subjetivo que nos garantice extender la vida o por lo menos hacer
nuestra transición de ella menos dolorosa, menos complicada o quizá nos asegure
felicidad en otro sitio luego de dejar ocupar la tierra. El adolescente a
diferencia del adulto le suele otorgar una visión más romántica pero igual de
incompleta, como la visión de “morir por un ideal”, y puesto que son jóvenes
manejan una fábula personal y egocéntrica que los lleva a conducirse
imprudentemente porque tenemos la visión que la bandera de la juventud es la
expresión de la vida y parecemos estar muy lejos de un horizonte mortal.
Después un adulto intermedio y común en el que nos convertiremos con el devenir
temporal, es el momento en que la defunción de nuestros progenitores nos
instala en el corazón un sentimiento real de que de verdad habremos de morir,
es la certeza de la muerte en nuestros corazones y concluimos que algo debe
dejarse, algo debe legarse a los que vienen y escribimos interminables cartas
en cajas de antaño, en papeles viejos y amarillos roídos por la oxidación del
olvido y fabricamos complicados testamentos, como queriendo testificar que
alguna vez existimos. Y pronto la ansiedad crece, porque desconocemos lo que
viene y observamos otros datos que nos acosan como algunos obituarios con el
nombre de algún conocido contemporáneo, y entonces, sólo entonces que vemos que
son menos los años que nos quedan y más los que hemos vivido es cuando ponemos
más empeño a vivir y quitarnos años de encima –inútilmente-, tenemos una
sensación límite de vértigo que nos impulsa a hacer grandes cambios evitando a
toda costa ese sentimiento de frustración, de desesperanza y vacuidad. Finalmente en algún momento en que ya nos
encontramos envejecidos nos enfrentamos a un mundo distinto donde lo que se
cree, ya no se cree como antes, lo que antes vivía y convivía con nosotros, ya
no está, parece distinto, irreconocible y perturbador, y ante un mundo repleto
de vida y de esos seres vivientes que fueron significativos en algún punto ya
han, sin decirlo literalmente, desaparecido. Entonces nos encontramos al borde
de la decisión más difícil que es aceptar nuestra propia muerte. Es por esta
razón que resulta tan complicado asimilarla, entenderla y conceptuarla, darle
forma o magnitud, no es una empresa fácil y tal vez nunca lo llegue a ser, pero
si hemos sabido darle provecho, si hemos sabido diferenciar la cantidad de la
calidad de vivir, y le damos espacio a todos los eventos que debemos enfrentar
cara a cara entonces será más fácil que una persona se construya un auto-concepto
satisfactorio y estable sobre lo que es, y aceptarlo como es de manera
tranquila y natural; esto también incluiría el duelo apropiado por aquellos que
apenas van en camino de tener la certeza sobre la muerte y más que nada
entender que aquellos que lo experimentan esperan de manera profunda que los
demás aprecien la vida tal cual es.
"Los árboles esperan: tu no esperes,
éste es el tiempo de vivir, el único."
Jaime Sabines.
El tema está muy largo!! jeje
ResponderEliminarQué puedo decirte de la muerte, ya ando asimilando sobre qué escribiré. Laa muerte es una cosa variada, cambiante, las formas de morir pasan de moda o son modificadas por el proceso civilizatorio, morimos y seguiremos muriendo hasta que ya no vuelva a haber vida.
Jajaja saludos.
ResponderEliminar"Este es el tiempo de vivir"
ResponderEliminarOh, sí...
No hay otro ;-)
ResponderEliminarMe dejas pensando en muchas cosas. A últimas fechas por razones personales he empezado a creer que el hecho de vivir es como leer un libro. Y sobre todo como reelerlo, en el sentido de que como ya se conoce así se lean otras ediciones, se les cambien las pastas o se compre de otra editorial; si, uno puede aprender o descubrirle nuevas cosas en medio, divertirse con él, pero el final, de antemano, no cambia es el mismo.
ResponderEliminarY no por ello quiere decir que es algo inocuo, sino que más bien, antes de llegar a leer de nuevo el final de la historia, se le disfruto y se aprendio de ello, las palabras fueron las mismas pero los significados son diferentes.
Y ya. Eso opino.
Interesante analogía (:, saludos poéticos.
EliminarMuy buenoooo!!!!!!!!!!!!!!!!!!
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